Presente de la literatura en español en Estados Unidos

autores latinoamericanos

 

Hernan Vera Alvarez
 

“Para continuar en español oprima el dos”, dice con voz metálica la grabación de la mujer que nos invita a elegir el idioma con el que preferimos seguir el trámite – desde pagar algún servicio a solicitar ayuda federal como estudiante universitario–, con la misma naturalidad de quien pregunta si deseamos una taza de té o café. Hace rato que el español llegó para quedarse en Estados Unidos. Pero si está presente en la vida diaria – según el último censo hay 37,6 millones que lo hablan–, ¿qué parte le toca a la literatura? ¿Hay realmente un ecosistema de nuevas editoriales con autores acordes a la demanda? Y si lo hay, ¿qué prefiere el lector? ¿Existe un clásico? Cuando se cumplen 402 años de la muerte de Miguel de Cervantes, “el Territorio de La Mancha”, como bautizó Carlos Fuentes a los países que hablan el castellano, tiene una proyección sumamente interesante.

“El hecho de leer literatura implica que el lector está mucho más abierto a buscar opciones más allá de los bestsellers. Puedo decir que el hispano busca literatura contemporánea, sobretodo novelas y lo que se esté leyendo en sus países de origen”, afirma Asdrúbal Hernández (Venezuela), editor de Sudaquia. Fundada en New York en el 2012, la editorial ha armado un catálogo interesante que incluye a escritores afincados en Estados Unidos como Carlos Pintado junto a otros que viven en América Latina y España.

Para el escritor y editor Fernando Olszanski (Argentina), de Ars Communis, el tema migratorio y sus esquirlas es una cuestión que inevitablemente interesa al lector. “Pero creo que después de estar asentado y casi adaptado a este país, quiere leer historias que hablen de cosas más allá de la añoranza del terruño”, subraya el autor de El orden natural de las cosas. “Hay muchos temas para explorar, podría nombrar varios pero no serían suficientes. Creo que lo primordial es hablar de nosotros como comunidad, y animarnos a reflejarnos en nuestra propia literatura”.

Aunque la editorial de Chicago sea muy joven –apenas dos años– con su primer libro –Trasfondos, Antología de narrativa en español del medio oeste norteamericano– obtuvo el Primer Premio como Mejor Antología en el International Latino Book Award.

En Miami el español es una moneda de cambio de todos los días. Hay dos editoriales que con un perfil distinto han captado las necesidades del lector. La Pereza Ediciones, creada en el 2012 por Greity González (Cuba) y Dago Sasiga (Nicaragua), promueve autores consagrados como Sergio Ramírez.

“Hay un auge de la narrativa escrita en español en Estados Unidos”, asegura González, aunque alerta que “hay un desbalance notable entre los que escriben y los que leen. Creemos que primero hay que sembrar lectores, un trabajo que ha de realizarse desde los hogares y las escuelas”.

Por su parte SED (Suburbano Ediciones), fundada por el escritor peruano Pedro Medina León en el 2014, con estilo pop y la premisa de publicar sólo autores que vivan en Estados Unidos, como Camilo Pino, presta sumo cuidado en el arte del libro y los trailers que cuelga en YouTube.

“Muchos compran basándose en la emoción que le provoca la tapa”, dice Gastón Virkel (Argentina), ideólogo de la estética del sello. Diseñador y escritor, Virkel trabajó como creativo en MTV latino. “Antes de empezar, reúno toda la información posible. Leo el libro y también intento conocer al autor. Y trato de bajarlo a una propuesta simple. Un golpe de vista que transmita un ingreso a la trama. Una emoción asociada. Una imagen memorable. Una identidad”.

Identidad, ésa es la clave. Si el tema migratorio está latente en el interés de los lectores, en el otro extremo aparece el autor como catalizador de la experiencia de vivir lejos de su tierra, y lo plasma en su obra.

“Vivo desde hace cinco años en Estados Unidos y eso afectó enteramente mi escritura”, confiesa Raquel Abend van Dalen (Venezuela). “Dejé de escribir como venezolana viviendo en Venezuela y pasé a escribir como extranjera en un hogar lejos del hogar. No solo en mi escritura, también en mis lecturas. En Venezuela, como parte de la crisis, cada vez llegan menos libros y eso afecta terriblemente a la sociedad lectora”.

A su vez, Antonio Orlando Rodríguez (Cuba), ganador del Premio Alfaguara de Novela 2008 por Chiquita, revela que “la última parte de mi novela Aprendices de brujo la escribí recién llegado a Miami y hay pasajes que, de haber sido escritos en otro lugar, lejos del exilio cubano, no hubieran sido lo mismo. Vivir en este país me dio la posibilidad de investigar a profundidad sobre la cultura y la política estadounidense de finales del siglo XIX y principios del XX para construir el trasfondo histórico que sostiene una obra como Chiquita”.

Otro dato significativo que alimenta el ecosistema literario es la apertura reciente de talleres de escritura creativa en español en universidades como NYU y Iowa.

“Mi primer acercamiento fue de la mano del prejuicio “no se puede enseñar a escribir”. Pensé que me darían pautas de cómo hacer esto y aquello, pero no fue así”, confiesa la escritora Alba Lara Granero (España) que participó en el de Iowa. “Al acostumbrarte a leer críticamente los textos de otros, te acostumbras también a identificar esos mismos errores en tus propios textos y eso, a priori, es muy bueno. Si tienes un buen profesor, como fue mi caso con Horacio Castellanos Moya y Luis Muñoz, puede que incluso te ayuden a descubrir una voz que ni siquiera sabías que tenías por ahí”.

Una literatura bien establecida necesita referentes en el pasado, aquellos autores u obras que han pavimentado la avenida de la historia. “José Donoso terminó de escribir El obsceno pájaro de la noche en un hospital de Colorado. Manuel Puig escribió Maldición Eterna a quien lea estas páginas en Nueva York”, recuerda Antonio Díaz Oliva (Chile), autor de La soga de los muertos.

Si hablamos de clásicos, Miami puede competir con New York. Los escritores de la llamada “generación Mariel” – ola migratoria entre el puente marítimo Mariel-Cayo Hueso que trajo más de 125,000 cubanos de abril a septiembre de 1980– se ganaron un lugar en la historia.

“La obra de Reinaldo Arenas es muy popular”, apunta Teresa Dovalpage (Cuba), autora de Muerte de un murciano en La Habana, finalista del premio Herralde 2006. “Otros como Juan Abreu, Carlos Victoria, Miguel Correa, Reinaldo García Ramos son estudiados en cursos universitarios como representantes de este movimiento. Jesús Barquet no sólo se ha destacado como estudioso y scholar de nuestra literatura, sino que incluso ha fundado su propia editorial, La Mirada”.

Mientras tanto, la literatura en español de Estados Unidos sigue creciendo.

 

Hernán Vera Alvarez 

@HVeraAlvarez